domingo, 29 de julio de 2007



Como nace el día de los padres.
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Se debe a la señora Sonora Dodd la idea de celebrar el Día del Padre. En 1909 ella hizo esta propuesta, ya que deseaba que existiera un día especial que honrara a su padre, William Dodd.
William Dodd, veterano de la guerra civil estadounidense, enviudó al fallecer su esposa mientras daba luz a su sexto hijo. Solo y sin apoyo, asumió la tarea de criar y educar a sus seis hijos en una granja al este del estado de Washington.
Ya adulta, Sonora vio en su padre un hombre valeroso, cariñoso y desinteresado, que había realizado todo tipo de sacrificios para sacar adelante a su familia. Debido a que su padre había nacido en junio, Sonora escogió el 19 de junio de 1910 como fecha para celebrar el Día del Padre en honor al suyo.
En 1924 el presidente Calvin Coolidge apoyó la idea y convirtió el Día del Padre en una celebración nacional. Finalmente en 1966, el Presidente Lyndon Johnson firmó una proclamación presidencial que declaraba el tercer domingo de junio como Día del Padre.

EL PADRE BUENO Y EL BUEN PADRE


Padres buenos hay muchos, buenos padres hay pocos. No creo que haya cosa más difícil que ser padre. En cambio no es difícil ser un padre bueno, un corazón blando basta para ser un padre bueno, en cambio la voluntad más fuerte y la cabeza más clara son todavía poco para hacer un buen padre.
El padre bueno quiere sin pensar.
El buen padre para querer.
El buen padre dice que sí cuando es si, y no cuando es no.
El padre bueno sólo sabe decir que si.
El padre bueno hace al niño un pequeño Dios que acaba en un pequeño demonio.
El buen padre no hace ídolos, vive la presencia del único Dios.
El padre bueno encoge la imaginación de su hijo con juguetes de bazar.
El buen padre deja volar la fantasía de su hijo dejándolo crear un aeroplano con dos maderas viejas.
El padre bueno enmanteca la voluntad de su hijo ahorrándole esfuerzos y responsabilidades.
El buen padre templa el carácter de su hijo llevándolo por el camino del deber y del trabajo
Y así, el padre bueno llega a la vejez decepcionado y tardíamente arrepentido, mientras que el buen padre crece en años respetado, querido y, a la larga, comprendido.

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